Del 29  de octubre al 1 de noviembre, se celebraron en el monasterio de San Domenec, en San Cugat del Vallés,(Barcelona) las convivencias de prioras y  monjas en torno a una reflexión objetiva, de la instrucción Cor Orans, Éramos 33 monjas, la gran mayoría de nuestra federación de la Inmaculada: priora federal, secretaria y ecónoma y consejeras federales. Asistieron también monjas de los monasterios de las otras federaciones existentes en España, así como la priora federal de la federación de nuestra Señora del Rosario (Bética) madre Ana María Martos. La gran sorpresa fue que participaron tres hermanas de diferentes países: sor Stanislawa de Polonia, — perteneciente a la Comisión internacional de Monjas—, sor Dominika, de Alemania, sor Breda de Irlanda. Se procuró una traducción simultánea de español a inglés, ya que las tres dominan perfectamente ese idioma y entendían algo de español. Nos acompañó el asistente de la Federación, fray José Ramón OP.

La exposición de la instrucción la realizó el padre Stafano Cañuto O.S.A. Oficial de la Congragación (CIVCSVA) encargado directo de todo lo relacionado con la vida contemplativa, dentro del dicasterio.  Nos dio una visión clara y profunda del contenido del documento, con una flexibilidad que nos maravilló. Presentó los temas desde la imagen de una iglesia Madre, que está para acompañar y no para juzgar o doblegar. Un hombre cercano que inspira confianza. No se trataba de un canonista que interpreta el documento, sino de alguien que lo conoce y lo ha trabajado desde dentro, por eso todavía era más valiosa su aportación. Respondió a todos los planteamientos y consultas con mucha claridad. Y qué decir de nuestras hermanas del monasterio, se volcaron en detalles y en procurar que esos días fueran unos días de verdadera reflexión, todo lo tenían previsto, sin dejarse ningún detalle por pequeño que fuera.

Unos días para agradecer de corazón a quienes lo programaron y nos dieron la posibilidad de participar y compartir desde la idea más genial hasta la menos representativa, pero siempre sin olvidar que en la “Barca de la Iglesia solo somos los remos”.