AMAR

Esta vez el Evangelio nos habla del amor. Un concepto tan confuso, tan maltratado, tan malentendido y por lo mismo tan devaluado ¿Puede esclarecer la maraña de leyes, normas y costumbres que agobiaban día tras día al  fiel israelita?. ¿puede algo tan polivalente y a la vez tan difuso servir para sintetizar los 613 mandatos de la ley judía? Parece que en cristiano sí.

Se acerca uno al Maestro y le pregunta ¿Cuál es el primero y principal mandato de la Ley?

Jesús manifestando su capacidad de sencillez y de síntesis contesta clara y contundentemente  que el amar a Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser y el amar al prójimo como a ti mismo compendian toda la ley.

Amar a Dios, así en abstracto, por más que precise con toda la mente y con todo el corazón  puede quedar en un plano metafísico y confuso proclive al autoengaño del que nos previene el evangelista Juan en otro lugar:

«Quien dice que ama a Dios pero no ama a su hermano es un mentiroso”

Y es que Jesús pone en parangón los dos preceptos, sabré que  mi amor, mi consagración a Dios son sinceros y coherentes si amo al hermano, al prójimo. Es decir al ser humanó pero en concreto y en singular  al  cercano al que tengo al lado y aclara, hay que amarlo como a ti mismo, como te amas tú, es decir, aplicando la ley de oro “Trata al otro como te gusta  que te traten a ti” amando así al hermano es como puedo amar a Dios con toda la mente con todo mi corazón y y con todo mi tiempo, podríamos apostillar.

Volviendo a una definición estrictamente cristiana recojamos  el himno al amor de San Pablo en 1 Corintios 13:4-7 

El amor es paciente, es bondadoso.

El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso.

No se comporta con rudeza, no es egoísta,

no se enoja fácilmente, no guarda rencor.

El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad.

Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

 

¿ ES ASÍ NUESTRO AMOR A DIOS?

Sor Áurea Sanjuán