Carta de Mons. Carlos Azpiroz a sus hermanas 
 
Muy queridas hermanas en Santa Catalina de Siena:
 
Vaya un saludo desde, Bahía Blanca, en el sur bonaerense, rincón austral de Argentina, para celebrar con ustedes / vosotras y las comunidades de pertenencia esta fiesta. 
 
Hay algunas palabras que pueden de alguna manera «describir» los tiempos que estamos viviendo y nos hacen sentir abrumados. En este sentido, permítanme usar un elenco de «pinceladas» que -todas con la letra «a» como mera regla para la memoria- ofrecen un cuadro que «impresiona»: aflicción, ansiedad, agobio, abatimiento, angustia… que también llevan a cierta apatía, aridez y asedia espiritual.
 
En este día, miramos a Santa Catalina, porque nos consuela su vida. En la encíclica Fratelli tutti, al auscultar «las sombras de un mundo cerrado», el Papa Francisco desliza algunas palabras que simplemente intentan describir el momento que atravesamos. No obstante, también esto ayuda a comprender de alguna manera los tiempos de nuestra Madre y Hermana: descarte, desprecio, despreocupación, desinterés, difidencia, desconfianza, desunión, desestabilización…
 
Frente a este panorama, hoy como ayer, nos anima esta hija de Santo Domingo con el perfil de su alma. No pretendo ser original, incluso podría llegar a ser repetitivo al volver sobre cosas dichas o escritas en otras ocasiones. No obstante, hacemos fiesta también al rumiar una y otra vez los dones de la santa senense.
 
La consagración virginal y contemplativa unida a una intensa actividad con toda categoría de personas; su fidelidad a la Iglesia buscando siempre su «unidad» (sin pretensiones de uniformidad); la intensa búsqueda de la paz entre todos los estados, ciudades, pueblos; y su sufrimiento ante sospechas de muchos de sus propios hermanos frailes hacen de esta mujer única un modelo para este tiempo… 
 
Sí: estamos todos juntos en la navecilla de la Iglesia.
 
Los símbolos de su amor a / por / con Jesús: anillo invisible (signo de la fidelidad), la corona de espinas (sufrimiento) y el intercambio de corazones (amistad) ayudan a retratar el alma de Catalina. A esto se suma su típica «maternidad«, porque todos la reconocían, no solamente en su sororidad, sino también como una verdadera «Madre».
 
Vuelven nuevamente a nuestra reflexión las palabras de fray Aniceto Fernández (Maestro de la Orden 1962 – 1974) no dudó en escribir con ocasión de la proclamación de Santa Catalinacomo «Doctora de la Iglesia»  : «Pareciera que toda el alma de Domingo hubiera pasado a Catalina», tanto por la santidad de su vida como la santidad de su doctrina.
 
Que los senderos a través de los cuales fluye su espiritualidad:  la misericordia, la providencia y la doctrina nos ayuden a forjar también nuestro ser y obrar Dominicano.
* La misericordia de Dios y de la Orden (que pedimos al ingresar a esta Familia y que ofrecemos a todo hermano y hermana)
* La Divina Providencia (que se manifiesta en este preciso momento de la historia con sus gozos y esperanzas, tristezas y  angustias)
* La doctrina (que -sin duda- no es «nuestra» – en un sentido autorreferencial, tantas veces autocompasiva ¡propio de una selfie narcisista!- pues somos servidores de la Palabra leída, orada, meditada, contemplada y profesada)
 
Dios las bendiga y María del Rosario las cuide y proteja como a Jesús
 
Fraternalmente en Domingo y Catalina
 
+ Fray Carlos OP


+ Fray Carlos Alfonso AZPIROZ COSTA OP
   Arzobispo de Bahía Blanca
   Av. Colón 164
   B 8000 FTO  BAHÍA BLANCA
   A R G E N T I N A