La fórmula de bendición de los israelitas contiene una frase maravillosa: “el Señor se fije en ti”. Qué en este comienzo de un nuevo año de gracia, el Señor se fije en ti, se fije en mí. Es decir, que su mirada nos abrace con su amor y desde lo más hondo de nuestro ser, cure nuestras cegueras y sorderas, amanse nuestras iras, fortalezca nuestras debilidades, quite nuestros miedos ¡Abra nuestros oídos y transforme nuestras miradas! Si eso pasa, podremos ver y oír como María, como los pastores y como Pablo. ¿Cómo oyeron y vieron ellos? Ellos con su fe perforaron la realidad y llegaron a percibir la Presencia del Señor, en lo pequeño, en un bebé indefenso, necesitado de cuidados y de amor. María, José, los pastores, fueron capaces de oír la voz de Dios en las mediaciones por él puestas, y creyeron. Vieron un Niño Dios y creyeron que era el todo poderoso creador de cielo y tierra.

San Pablo vio que Dios envió a su Hijo para rescatarnos de cualquier opresión o esclavitud, que somos hijos de Dios, que tenemos su mismo Espíritu. Este es el tesoro que llevamos dentro, el que él supo descubrir, vivir y proclamar.
Ver que Dios “se fija” en mí; oír lo que me dice desde la realidad de nuestro hoy, actuar desde lo que somos: ¡hijos de Dios!
¡Qué Jesús Niño, se fije en nosotros y ponga en nuestros ojos “dos gotas frescas de fe”! ¡Qué sus tiernas manitos toquen nuestros oídos interiores para poder escuchar su Palabra y encontrar en ella, las respuestas que necesitamos, sin desanimarnos, porque ni la pandemia que pasamos, ni la guerra por la que atraviesa nuestro mundo, ni la crisis económica podrán apartarnos del amor de Dios que se fija en nosotros…!

Sor Mª Luisa Navarro, op
Monasterio de la Stma. Trinidad y Santa Lucía
Orihuela – Alicante