Celebramos con memoria agradecida la vida de dos terciarias dominicas que sufrieron el martirio en Japón en el año 1634.

Damos gracias por la entrega y la santidad de dos hermanas de la Orden de Predicadores en Nagasaki, Santa Magdalena y en Omura, Santa Marina.

Así habla de Magdalena la breve reseña de su vida que hace la Santa Sede en la comunicación a la Iglesia con motivo de su canonización:

“Magdalena de Nagasaki, japonesa, terciaria agustina y dominica. Hija de cristianos martirizados, se consagra a Dios y es guiada espiritualmente por los agustinos recoletos y después por el dominico Ansalone.

Después del arresto del Padre Ansalone, Magdalena se presenta a la guardia proclamándose cristiana. Torturada en forma cruel, inamovible en su fe, es colgada del patíbulo donde permaneció viva durante trece días”.

Marina fue una mujer de gran fortaleza debido a que su alma estaba llena de la fuerza de Dios. En 1634 se puso en contacto y bajo la dirección del dominico Jordán de San Esteban (Jacinto Ansalone), que llegó a conocer sus virtudes y grandeza de su alma.

El 1 de junio de 1987 Juan Pablo II reconoció el milagro propuesto para la Canonización de Marina, que ocurrió en Manila el año 1983 en favor de Cecilia Alegría Policarpio, niña de dos años, curada de forma completa y definitiva de una parálisis cerebral anatómica y funcional, sin ninguna terapia eficaz.