¡La Iglesia, los cristianos han de contagiar la alegría de vivir!

 

A la muerte de Jesús las tinieblas cubrieron la tierra, pero también los corazones. En el de María magdalena todavía es de noche, pero ya asoma la aurora. ¿Puede morir aquel que es la Vida?

A tientas, pero corriendo, acude al sepulcro. Allí reposa su amado, pero ¿cómo podrá llegar hasta él? ¿Quién le removerá la piedra? Son los obstáculos que se interponen, las limitaciones y nuestra ceguera.

La losa está corrida pero la fe todavía está ausente.  “Se han llevado a mi señor y no sé dónde lo han puesto”

Es el grito y la congoja con que sacude el abatimiento del fogoso Pedro y de Juan el amado de Jesús.

Pese a su ofuscación y oscuridad esta mujer ha sido la primera en dar la alerta, la primera en evangelizar a los mismos apóstoles.

Pedro y Juan salen corriendo, Juan en su lozanía corre más aprisa y llega antes pero el miedo lo paraliza. Detrás, fatigado, llega Pedro que con la seguridad quedan los años y con ellos la experiencia, se adentra en el sepulcro. Allí están las vendas sueltas por el suelo, pero el sudario lo encuentra doblado en lugar aparte. Juan animado por la intrepidez de Pedro entra. “Entonces vio y creyó. Pues hasta entonces no había entendido las Escrituras: que él había de resucitar de entre los muertos”

¿Puede un sepulcro vacío y una piedra corrida y unas vendas por los suelos y un sudario cuidadosamente recogido abrir los ojos a la Fe?

La Fe no es asunto de evidencias. No son las piedras ni las cosas que se ven y se tocan las que ofrecen certezas. Ni tampoco las razones son convincentes, aunque la Fe sea razonable.  

Son los testigos de primera mano, son los corazones ardientes los que, como María Magdalena, han escuchado su nombre con la voz inconfundible del Maestro y han tenido la experiencia de Dios.  Son aquellos que viven como resucitados dando Vida a su vida quienes con su vivir anuncian y hacen creíble al que resurge de entre los muertos..

 Es el Espíritu de Jesús vivo que se manifiesta en lo hondo de nuestro ser.

Es la Iglesia cuidadora del depósito de la Fe y son los cristianos quienes han de contagiar la alegría de VIVIR.

                                                                                   Sor Áurea