Hoy vemos a un Jesús cercano a la gente del pueblo que se agolpa a su alrededor ávido de escuchar su palabra.. Son los comienzos de la predicación pública de Jesús.

Sentado en la barca de Pedro enseña a la gente.

Al finalizar quiere participar en las tareas de los pescadores. «Pedro rema mar adentro y echa la red»

Pedro le mira asombrado y perplejo: «Señor, no son horas, además toda la noche hemos estado bregando y no hemos pescado  nada, si tú te empeñas en tu nombre echaré la red»

Pedro y sus compañeros han trabajado duro y han trabajado en vano. Estaban solos.  Aunque en grupo estaban solo , faltaba el Señor.

 

Con Jesús todo cambia. Con Jesús la red rebosando de peces.

En nuestras reuniones, aunque seamos muchos, aunque nos hayamos reunido  para orar, estaremos solos si el Señor no es el centro vital y el punto de convergencia. Ha de ser Jesús quien nos reúna y aglutine. Vivir, trabajar, rezar en su nombre. Hacerlo todo en su nombre, sentirlo todo en su nombre implica «tener sus mismos sentimientos » Tener sus mismos puntos de vista, reaccionar, juzgar , mirar como Él reacciona juzga  y mira.

 

Pedro, Santiago y Juan aterrados y sobrecogidos. ¿Quién es este hombre, capaz de tal prodigio? Aparece el miedo. Ese miedo que entorpece y paraliza.

Pero la Palabra de Jesús, devuelve la calma. «¡No tengáis miedo!»

¿Miedo de qué? de nuestras impotencias y precariedades: «Apártate de mí que soy un pecador».

A Pedro, Santiago y Juan, a cada uno de nosotros, nos resuena el imperativo del Señor «rema mar adentro» bucea en tu interior, no tengas miedo, tus debilidades, tus pobrezas, tus pecados no logran borrar del fondo más íntimo de tu ser esa imagen divina que imprimió el Creador. Allí están, pujando por aflorar los  más limpios deseos y anhelos, allí anida esa bondad que todo ser humano posee como una pequeña  semilla que ha de hacer fructificar..

Jesús llama, nos llama, y ofrece su vida para dar sentido a la nuestra. Seguir a Jesús  con resolución, sin miedo ni complejos, nos hará «pescadores de hombres».

¿Pescadores de hombres? una expresión que choca con nuestra mentalidad y cultura si la  interpretamos literalmente pero que cobra sentido si descubrimos su significado. No se trata de un proselitismo que avasalle y rompa libertades. Se trata de contagiar La fe no suele comunicarse con sermones ni por palabras vacías y aprendidas de memoria la fe se comunica por el testimonio de nuestro vivir. Sólo una fe entusiasta o serena pero sincera se hace contagiosa.

No tengamos miedo

Sor Áurea Sanjuán

 

Texto de referencia: San Lucas 5, 1-11