El fragmento de hoy es clara analogía:

El dueño es Dios. Los labradores son los jefes religiosos de Israel. Los criados enviados por el dueño son los profetas. El hijo es Jesús. La villa es el pueblo elegido.

La trama y el desenlace son también claros.

El dueño arrienda su viña a unos labradores para que le den a su tiempo el fruto.

Llegado el momento de la cosecha manda a unos servidores para recogerla, pero los viñadores, queriendo apoderarse de todo el beneficio, los apalean y matan. Entonces el padre piensa que al menos a su hijo lo respetarán, pero los labradores no solo quieren apropiarse de los frutos sino también de la propia viña y se dicen entre ellos:    “Ahí viene el heredero, matémosle y nos quedamos con todo”.

Se trata de uno de los últimos rifirrafes de Jesús con los jerarcas de la religión, pero esta vez es de suma importancia, se enfrenta con sus propios jefes religiosos y lo hace con esta parábola, en la que se narra cómo los encargados de cuidar del pueblo de Dios resultan ser sus opresores; olvidando que son meros administradores, se alzan como dueños y señores, de manera que esperando de ellos justicia y derecho, es decir   preocupación y cuidado por el otro, lo es esclavizan cargando sobre sus hombros fardos insoportables de normas y leyes.

¿No han comprendido que la misma Escritura advierte que no quiere sacrificios ni holocaustos si no van acompañados por la atención y la ayuda a los necesitados?

Quizá este fue el pecado de aquellos jefes religiosos. Los escribas y fariseos eran hombres de fe, fieles cumplidores de la ley, no se les podía exigir más observancia. Pero estaban tan seguros de su fidelidad, que su autocomplacencia atiborraba su propio corazón, nada más y, sobre todo, nadie más cabía en él. Su obsesión por la ley la lanzaban contra la pobre gente que, admirando y confiando en aquellos que debiendo ser sus cuidadores y defensores, los agobiaban.

Ya lo dijo Jesús: “Cargan pesados fardos sobre los hombros ajenos, mientras ellos no los mueven ni con un dedo”. Todavía más, está la pavorosa denuncia de Isaías:

“Esperó derecho y ahí tenéis, asesinatos; esperó justicia y ahí tenéis, lamentos.»

El próximo profeta asesinado será Jesús.

Los que se sienten “elegidos”, han rechazado al Maestro.

Es el gran error. “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”.

Pero la cosa no queda ahí, esta lectura hay que completarla con la de Isaías en la que la responsabilidad recae sobre la misma viña que no da uvas sino agrazones.

                                                                                                            Sor Áurea Sanjuán, op