Rezar un padrenuestro, dos, tres cinco y rezarlos por alguna intención que nos atañe o nos preocupa parece cosa buena y sin embargo puede resultar si no perniciosa, sí al menos, Impropia. La razón está en que con demasiada frecuencia lo hacemos de un modo mecánico y rutinario cuando es una oración que según los estudiosos se remonta al propio Jesús. No lo será en su formulación literal que se ha ido perfilando a través del tiempo, pero sí lo es en su contenido espiritual.

Nos revela el impacto que tuvo en el hombre Jesús el descubrimiento de un Dios ya no como el invencible batallador de los antiguos si no como Padre, como “abba”, como “papaíto” impacto que quiso comunicarnos y quiere que experimentemos nosotros cada vez que nos dispongamos a rezar. La palabra “padre” “papá” ha de llenar nuestra boca y hay que saborearla con toda la carga de confianza que conlleva.

Además de sentirnos arropados y seguros en brazos tan paternales nos hace caer en la cuenta de que ni estamos solos ni somos el ombligo del universo.  No decimos Padre mío sino padre nuestro y y no pido mi pan para mí sino nuestro pan al que todos tenemos derecho porque todos tenemos la misma necesidad.

No hay reino sin vasallos como no hay ciudad sin ciudadanos ese Reino que cobija mi interior no es mío sino nuestro y nuestras han de ser su vida, su paz, su amor. El Reino de Jesús no es de solitarios es relación, es comunidad. Por eso rezamos “venga a nosotros tu Reino”.

Su nombre ya es santo y al pedir que sea santificado estamos pidiendo que nos santifique. Su voluntad se realiza sí o sí, rogar que se cumpla es hacernos conscientes de ella y es desear que su querer inunde todos nuestros espacios.

Y atención no podemos pasar de corridas ni de puntillas por esta petición que nos implica directa y profundamente, con ella parece que planteamos un reto al mismo Dios: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden” ¿nos vale pues un perdón que no olvida? ¿un perdón que deja resquicios en los que albergar rencor y la inanimaversión? ¿Ese es el perdón que queremos para nosotros? ¡no podemos rezar alegre y superficialmente! la seriedad de lo que pedimos la pone en nuestros labios el propio Jesús para que nos cale hasta el corazón. Por eso no hay que agobiarse, él nos sondea y nos conoce, conoce nuestra debilidad y nuestra impotencia al proponernos esta petición no nos está incitando al desafío, no puede exigirnos lo que no podemos dar. No somos capaces de ofrecer el perdón qué queremos para nosotros, pero él, que cargó con nuestros pecados nos está invitando a descargar sobre sus hombros nuestro rencor nuestra amargura nuestro dolor nuestro no poder Y así fundir en uno el débil lamento de nuestra fragilidad con su vigoroso grito “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Aunque nos cueste admitirlo el mal está ahí y con él la tentación. Que no nos deje caer en ella y qué los libere de la opresión del maligno. Así termina la oración que el mismo Jesús nos enseñó

Para finalizar ¿Rezamos un padrenuestro a Santa Rita? Quizá Cómo patrona de lo imposible los convenza de qué no hay que rezar “padrenuestros” sino AL PADRE NUESTRO

                                                                         Sor Áurea