Jesús está en Samaría, en ese pueblo pagano y hostil donde le denegaron alojamiento, pero él no hace ascos de nadie ni a nadie guarda rencor, sabe que si se le rechaza es porque no se le conoce. Urge darse a conocer, anunciar la Buena Noticia.

Jesús se percata, es mucha la mies, es mucho el trabajo y manda a otros setenta y dos, antes había enviado a sus doce amigos, pero no son suficientes, su Reino es universal, es para todos y por todos ha de ser proclamado.

Posiblemente muchos de estos nuevos enviados fueran samaritanos pero Jesús no les pide documento de identidad, son gente del montón sin títulos ni circunstancias especiales Son “otros” setenta y dos, son muchos, es decir, somos todos. Anunciar el Evangelio no requiere licenciatura ni cualidades específicas, eso sí, el testigo ha de responder a un perfil que el mismo Jesús se encarga de trazar.  Son las instrucciones que acompañan al envío.

Llama la atención que en ellas no menciona qué doctrina han de predicar ni qué normas han de exigir. A ellos, a los enviados se dirigen las indicaciones del Maestro. El Reino de Jesús no es cuestión de ideologías El Reino de Jesús es Vida Y la vida del verdadero discípulo del verdadero seguidor es ya una predicación.

Jesús traza el retrato de su seguidor:

  • Ha de ser persona sin arraigo en lugar o cosa. Siempre en camino, desinstalado, sus raíces han de hincarse en la Palabra de Jesús.
  • Su seguridad no está en las cosas, por eso no necesita llenar la alforja ni sandalias de repuesto. Su seguridad y su roca no está fuera sino en su interior, allí donde anida el Reino.
  • Vive la urgencia de la evangelización. Por eso no se para para saludar, no se entretiene con banalidades.
  • Es portador de paz. Allá donde va lleva la paz consigo. Una paz que no es sólo ausencia de conflicto sino abundancia de bien.
  • Es sencillo y humilde, no anda de aquí para allá buscando y exigiendo gusto y comodidad. Se queda donde lo han acogido y come de lo que tengan.
  • Sana, cura almas y cuerpos. Ayuda.
  • No os engañéis, que yo no os engaño. Os mando a territorio hostil, como ovejas entre lobos. No olvidéis que sois ovejas. La oveja es mansa y dulce, sigue a su pastor. No caigas en la tentación de erigiros en lobos. El poder corrompe.
  • No estéis contentos porque las fieras se os someten y las enfermedades no se os resisten. Alegraos por el poder de hacer el bien, porque sois evangelizadores y porque vuestro nombre está escrito en el Cielo.

¡Roguemos al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies!

                                                                                   Sor Áurea