AL HOMBRE LO QUE ES DEL HOMBRE: DIOS

A Jesús le tienden una trampa. «¿Hay que pagar tributo al Cesar?» Sea cual sea la respuesta se pone en un aprieto o frente a su propio pueblo o frente al opresor romano.

La cuestión está planteada en términos extremos, o sí o no, o blanco o negro. Pero con Jesús no van estas dicotomías y sale airoso de la situación. A cada cual lo suyo, al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.

Jesús no se mete en disquisiciones políticas ni enfrentamientos ideológicos, los que le dirigen la pregunta sí. Son hombres religiosos y el opresor es pagano, tiene dioses, pero no el Dios único de Israel. Por eso en la pregunta al «Maestro sincero y veraz» tiene otra traducción: «¿Podemos los fieles de Yahvé tributar al pagano Cesar?» Una manera de contraponer lo religioso a lo civil lo cual es un error.

El hombre religioso es también ciudadano y como tal tiene obligaciones que cumplir, pero la respuesta de Jesús va más allá. No hay oposición entre Dios y el Cesar, entre lo divino y lo humano. Los Padres de la Iglesia lo expresaron bien: “La gloria de Dios es que el hombre viva.”

Sin embargo, no siempre se ha entendido así. Se ha ensalzado a Dios y se ha menospreciado al hombre. Volverse hacia Dios es alejarse del hombre.  Es l la «fuga mundi» de los antiguos, pero en ésta hay que descubrir otra lectura a la luz de todo el Evangelio de Jesús.

 “La fuga mundi”, la huida, el distanciamiento, no es del mundo sino de los valores y del poder del mundo. Poder, que cuando no se toma como servicio es siempre opresor. “No podéis servir a Dios y al dinero”

Entre Dios y la sociedad, entre Dios y el hombre no se trata de oponer. Sino de conciliar y armonizar. No dominar sino servir y fraternizar.

No negar y abolir sino asumir y cultivar, lo dice Jesús en otro momento, hay que multiplicar los talentos que se nos han dado como don y para custodia.

Dar al César lo que es del César y dar a Dios lo que es de Dios. Esta sentencia con la que tan sagazmente tapó Jesús la boca a sus adversarios ha dado pie a este tipo de interpretaciones polarizando uno de los dos extremos, o Dios o el hombre, lo divino o lo humano. Se acentúa un extremo en detrimento del otro sin reconciliación posible.

El extremo más serio es el que contrapone a Dios y al hombre. Se piensa que optar por Dios es negar al hombre sin embargo es un equívoco. Es lo que ocurre hoy polarizamos y socialmente nos posicionamos en el lado del hombre arrinconando a Dios y culturalmente se promueve la idea y la sensación de que Dios está de sobra o que simplemente no está. Se considera obvio que nada hay más allá de nuestras narices.

Por la parte contraria se puede caer en la falacia de negar que sean buenos los valores y el progreso que la humanidad como tal ha ido adquiriendo, negar una felicidad y una libertad que no tenga como referencia directa y exclusiva aquello que denominamos espiritual o sobrenatural.

Dar Dios lo que es de Dios y al hombre lo que es del hombre sabiendo que Dios ha asumido la humanidad y no quiere ni su destrucción ni su humillación. Dar a Dios, devolver a Dios, su propia imagen grabada en cada hombre y dar al hombre, devolver al hombre, el soplo trascendente y divino que recibió de su Creador.

 Sor Áurea