Hoy asistimos a un rifizafle entre Jesus y sus paisanos, porque según éstos el que no es más que un hijo de José, el carpintero del pueblo y que no tiene ninguna titulación, se arroga el papel de maestro enseñando en la sinagoga que Dios no es como lo han pintado, como han explicado los mayores siguiendo las Escrituras.

El pueblo se sabe escogido por Dios y está esperando un Mesías que lo vengará de todos sus opresores. Ellos esperan el día de gracia que consistirá en la aniquilación de sus enemigos, pero Jesús al leer el texto de Isaías intencionadamente corta la frase cambiando así su sentido de manera que da a entender un Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia (sal 103) Un Dios que es Amor (Juan 4,8) y que no tiene acepción ni de personas ni de pueblos. La prueba, aduce Jesus, es que había muchas viudas en Israel, pero solo fue privilegiada una que era libanesa y solo fue socorrido el siro Naamán, ninguno de los dos pertenecía al pueblo escogido.

Los Nazarenos no pueden soportar tal blasfemia y sobretodo no pueden tolerar que se les quiera hacer cambiar su imagen de Dios, la imagen de un Dios beligerante que les hará justicia vengándoles de sus enemigos.

Enfurecidos y amparados en el anonimato de la masa pretenden despeñarle, pero ninguno se atreve a dar el empujón final.

Jesús majestuosamente pasa por en medio de ellos y se aleja. “Ningún profeta es bien recibido en su tierra” (1)

 Pero no condenemos a la ligera y comprendamos a los nazarenos. Tampoco a nosotros nos resulta fácil cambiar ideas o concepciones cuando sobre ellas hemos montado nuestra vida. Alguien dijo que las convicciones son prisiones. Si estoy convencido, ¿quién me “desconvencerá”?

Pensar en un Dios diferente al que me han inculcado no es fácil, mejor deslizarse hacia la increencia.

Pero Jesús, para el que no hay fronteras, ni privilegios para unos pocos, que enseña que el favor de Dios es para todos, ese Jesús es la buena noticia y trae algo nuevo. Jesús supera el Antiguo Testamento cuyos odres están ya viejos y nos trae ese vino nuevo que debemos saborear.

Busquemos el verdadero rostro de Dios.

                                                           Sor Áurea Sanjuán

(1) Este desenlace nos resulta incomprensible. La lectura de los párrafos anteriores nos hacia pensar en un Jesús admirado y aplaudido pero los estudiosos nos hablan de un problema de traducción y que en realidad el texto no habla de “admirase” sino de “extrañarse” que tiene un sentido negativo y no de “aprobar” sino de rechazar de manera que lo que normalmente traducimos por “todos aprobaban y admiraban sus palabras” lo que dice es “todos rechazaban y todos se declaraban en contra”

Pero lo que nos importa es conocer al Dios de Jesús