LA IDENTIDAD DE JESÚS

Nos dice el evangelista que “el pueblo estaba  en  expectación” esperaba un  Mesías, prometido desde antaño, que los librara de todas sus penalidades, sabia por las profecías que estaba al llegar y el pueblo en su anhelo escrutaba signos ¿no será el que esperamos ese profeta que predica  en el desierto, que asusta con sus diatribas pero que anuncia el perdón  con su bautismo de penitencia?

Y el pueblo acudía en masa a bautizarse.

 Pero Juan “el mayor de los nacidos de “mujer” -en boca de Jesús- no se arrogaba galones de otros.   Él, que había reunido en torno a sí un nutrido grupo de seguidores, se apresuraba a decirles, no soy ni siquiera un esclavo de aquel que esperamos. «no merezco desatarle la correa de sus sandalias»  Mi bautismo es sólo un bautismo de agua para la purificación, un inicio del proceso de conversión. Aquel que ha de venir os  bautizará  con fuego y Espíritu santo, con Él llegará la plenitud.

Y en ese ambiente en un bautismo general entremezclado con los que se sabían  pecadores, entre la gente,» como uno de tantos», «como un hombre cualquiera  «acude Jesús para ser bautizado.

Juan, que «no lo conocía» -explicará otro evangelista- tiene la experiencia profunda de saber que es el ansiado Mesías.

Y Juan, señalando a Jesús, aparta de sí todas las miradas. Proclama  “Este es aquel de quien os dije “tras de mi viene un hombre que es más que yo” Y Juan conoce que en verdad su “bautismo es sólo de agua” Jesús ofrecerá el Bautismo profundo, el de Espíritu Santo. y fuego.                 

Juan lo señala «este es el que viene de parte de Dios» y el Padre lo ratifica «Este es mi hijo» y Jesús se sumerge en la oración, en la profundidad de Dios y allí  y desde allí se nos manifiesta su identidad. «mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo:

–Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.»

Se nos ha revelado la identidad de Jesús y con él la de Dios.

La respuesta a la pregunta sobre Dios no la podemos dar nosotros ni escucharla de nadie. Nuestro decir sobre Dios es bautizar con agua, balbuceos incomprensibles cuando no incoherentes.

¿Cómo es el Dios en que creemos? No siempre sabemos dar razones apropiadas ni  nuestra fragilidad nos permite mostrarlo con nuestro modo de vivir.

 

 

La respuesta a la pregunta sobre Dios está en Jesús

Esa es la auténtica imagen del Dios bondadoso, del Dios haciendo el bien, curando, acompañando señalando el camino que da Vida. El Dios que no hace gala de su condición y se nos manifiesta «como un hombre cualquiera.

Juan lo señala: “viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias.»

El Padre lo ratifica: » –Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto. Esa es la identidad de Jesús: el hijo  de Dios. También nosotros estamos llamados a testigos  sólo testigos y Juan es el modelo.

Quien nos escucha, quien nos mira, quien se nos acerca ha de ver y sentir a Jesús. Ha de seguir a Jesús.

Y eso se logra, sólo será posible si nuestra experiencia de Jesús es profunda, si hemos aprendido a vivir con los criterios, las actitudes, el corazón y la sensibilidad de Jesús. Si somos conscientes de nuestro Bautismo de Espíritu Santo y fuego. 

 

Sor Áurea Sanjuán Miró OP