«VOSOTROS SOIS TESTIGOS DE ESTO»

Las escenas que nos va presentando la liturgia de este tiempo Pascual nos hablan de cómo se va gestando y consolidando la Fe, de los primeros pasos de una Iglesia que nace, también de los titubeos, miedos y cobardías. de las indecisiones y de los atrevimientos. Hoy vemos a los amigos de Jesús reunidos Y es fácil imaginar la de conversaciones cruzadas,  los conatos por hacerse oír  cada cual expresando su peculiar estado de euforia o de escepticismo, sus controversias,  ¿estaba vivo o todo eran cuentos de fantasmas?

Los de Emaús  cuentan, entusiasmados, su experiencia. Ellos habían querido rehacer su vida  apartándose de la desazón y el miedo, del ambiente intoxicado  de sentimientos tan convulsos. A Jesús lo mataron  y todo había terminado, habían sido vanas la ilusión y la esperanza. Tenían que comenzar de nuevo. Un peregrino les acompaña, un desconocido que prende fuego en sus corazones. Y es que ¡¡era Él!!  ¡¡lo reconocieron al partir el pan!!.

En este ambiente cargado de alegría y a la vez de una inmensa tristeza, de sospechas y temores aparece Jesús, pero lo confunden con  un fantasma

– «¿por qué os alarmáis? ¿porqué surten dudas en vuestro interior?»

Es Jesús que se identifica mostrando lo mas intimo y humano, las propias heridas, comiendo con ellos, incitando  a ver y tocar.  Es Jesús que se hace visible en medio de ellos. no se ha colado por ninguna parte, estaba ya  allí. Una comunidad que habla con Jesús y de Jesús tiene garantizada su presencia,  avalada por  Él mismo.

– “donde haya reunidos dos o tres en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos” En comunidad es donde toma fuerza la fe.

Y les da su paz, no la del alboroto y la algarabía que anestesian  embotando la mente, no la del desinterés o la del pasotismo y la evasión,  ni  la que da  el mundo que nos dice “si quieres la paz prepara la guerra” ni tampoco la calma del camposanto.

Jesús nos da SU PAZ, la suya, esa paz que elude remordimientos y malestares, porque es capaz de sacudir egoísmos  y promover entrega y generosidad.  Esa paz fruto de la lucha por el Reino, esa lucha que nos explica la afirmación “no he venido a traer la paz sino  la guerra”.

Estos domingos de Pascua no son historias que contar sino experiencias que vivir.  Es preciso el encuentro personal y comunitario con Aquel que Vive y nos pide ser sus testigos.