Hoy les propongo centrar nuestra atención en el verbo “presentar”. En las lecturas que hoy nos brinda la liturgia y en la memoria que celebramos vemos que aparece esta realidad de presentar. A Eleazar se le presentan dos posibilidades: la de la fidelidad hasta la muerte o la de, engañando, salvar su vida. A Mateo se le presenta la ocasión de ver personalmente a Jesús.

A María niña, la llevan sus padres a presentarla en el templo. Cuando buscamos sinónimos de la palabra presentar, encontremos varios vocablos, entre
ellos: exponer, aparecer y ofrendar. A Eleazar sus amigos le exponen una salida fácil para no perder la vida y a la vez para no quedar mal ante los demás. Ante Mateo aparece la persona de Jesús, y la niña María es ofrendada a Dios por sus padres. Lo que encuentro de común en los tres casos es que tanto Eleazar, como Mateo o María, tienen que decidir lo que van a hacer ante lo que se les está presentando. Y lo que vemos en estas tres personas es que, llevadas por el Espíritu Santo, eligieron el proyecto de Dios para ellas. Eleazar eligió ser fiel hasta el final a costa de su vida, Mateo eligió seguir a Jesucristo y dejar de lado el proyecto que tenía y María, aun siendo muy niña, eligió la docilidad a sus padres.

Hoy es una jornada apta para presentarnos ante el Señor y dejar que Él nos presente lo que quiere para nosotros. Presentarnos ante Dios tal como estamos: alegres y esperanzados o tristes y desmotivados, sanos o enfermos, vigorosos o sin fuerzas, y pedirle vivamente que él acepte lo que somos y lo transforme. Y es también un buen día para recibir lo que él nos está presentando: una oportunidad para vencer alguna flaqueza, para ayudar a alguien necesitado, para empezar lo mismo de siempre con la novedad de Cristo, y con la ayuda de su gracia, transformarlo en ocasión de vivir el evangelio.

Sor María Luisa Navarro, op