El Maestro sigue su camino hacia Jerusalén acompañado de seguidores a los que va instruyendo. Uno le pregunta: 
 
“Señor ¿serán pocos los que se salven?”
 
Esta vez la formula un personaje anónimo, en otras ocasiones han sido sus propios discípulos.
Y es que se ha colado o sigue viva entre los suyos la idea judía sobre la salvación expresada entre otros lugares en el libro cuarto de Esdras:
 
“Muchos han sido creados, pero pocos se salvarán”
 
Jesús no responde, no es cuestión que nos incumba y quienes la profieren a menudo solo buscan alimentar la curiosidad, seguros de estar ellos entre los elegidos. Nos quedamos sin saber si son pocos, muchos o todos. Jesús no entra en banalidades, más bien indica las condiciones que nos llevarán a la salvación.
 
Unas condiciones que parecen drásticas y difíciles, prácticamente insalvables, pero en Jesús todo es sencillo y asumible; somos nosotros quienes lo complicamos imaginando obstáculos, angustias y aprietos. En esta ocasión pensamos en una puerta tan angosta que casi resulta imposible franquear.
 
Pero Jesús se refiere a la puerta que en una muralla da acceso a la ciudad. No es la puerta ancha y suntuosa para las ocasiones solemnes. No es la puerta por la que, como arco triunfal, entra el ejército vencedor o los Reyes en magníficos carruajes es, es la puerta por la que se entra y se sale para el trabajo cotidiano, normalmente agrícola que siempre queda extramuros.
 
Con esta metáfora simplemente nos está diciendo que necesitamos una estructura de coherencia y seriedad, algo que por otra parte, se pide a todo aquel que quiera ser plenamente humano. A veces buscando notoriedad, protagonismo, prestigio, o que se reconozca no extra personalidad conseguimos todo lo contrario pues se hace notoria visible y por tanto ridícula, nuestra vanagloria, autosuficiencia y el menos precio hacia el otro. Toda esa parafernalia que nos montamos en torno a nosotros mismos acaba evidenciando la apariencia y la mentira. 
 
Engordando nuestro egoísmo lo único que conseguimos es hacernos tan voluminosos que no podemos pasar por la puerta estrecha que conduce a la salvación. ¿Qué es salvación?
Perdemos auténticos valores evangélicos cuando la fijamos en un más allá que todavía no nos pertenece; la salvación como el Reino, están ya aquí y
aquí es donde tienen que comenzar a fructificar. Pocos, muchos o todos no lo sabemos. Por toda respuesta Jesús nos invita a esa lucha que exige toda vida y que nos habilitará par franquear la puerta estrecha. 
Sor Áurea Sanjuán OP