Encuentro de alegría
En el día en que celebramos la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel, la liturgia, en el marco del jubileo de la esperanza, nos propone la contemplación del encuentro de estas dos mujeres. Es una invitación a que cada uno de nosotros, portadores de la presencia de Dios por haber sido bautizados, por recibirlo muchas veces en la eucaristía, por ser abrazados por su misericordia en el sacramento de la reconciliación o simplemente por haber sido creados y sostenidos en la existencia por su gran amor; una invitación digo, a unirnos al cántico de alegría que entonan María e Isabel. Un cántico lleno de luz y esperanza, no porque no tengan motivos de duda o sufrimiento sino porque, en la fe, experimentan la presencia de Dios con nosotros ¡Esta es la causa de su alegría y de la nuestra!

Ambas mujeres viven situaciones, que podríamos denominar “incómodas”; María ha quedado embarazada de “Otro” que no es su prometido, e Isabel es una anciana llamada a ser madre primeriza. Sin embargo, la promesa del Mesías que comienza a ser una realidad, las hace trascender sus circunstancias para beber en la misma fuente el agua de la vida. A nosotros nos pasa algo semejante, en lo global y en lo personal; en el camino de la vida conviven en nuestros corazones el gozo del “Dios con nosotros”, y nuestras incertidumbres, fracasos y dificultades.
Como decía el Papa Francisco, ¡no nos dejemos robar la alegría de tener un Redentor, cercano, amigo, omnipotente! Porque sólo con esta vitalidad luminosa que procede de su presencia, oculta pero real, podemos enfrentar las sorpresas que nos traen los días que cada mañana estrenamos.
¡Qué la intercesión de María e Isabel nos alcancen esa alegría de la que nos habla Jesús, “la que nadie nos podrá quitar”, la de su presencia!
Sor María Luisa Navarro Ramos, OP