Renovar la Esperanza en el Dios que conduce la historia

Cuando festejamos el nacimiento de un bebé, al que habíamos acompañado durante su gestación; y que, sin conocerlo aún, anhelábamos su llegada a este mundo; suele pasar que, cuando lo podemos ver y tener en brazos, todo se llena de una ternura y de una alegría sin igual; es la alegría de la esperanza por la vida que nace y por toda la promesa que trae consigo. Hoy festejamos el nacimiento de la más bella de las mujeres, la que estaba destinada para ser Madre del Hijo de Dios. Sus padres no sabían lo que Dios había pensado para ella, María misma lo ignoraba hasta que le fue revelado por medio del Ángel. José tampoco lo sabía, a tal punto que cuando él se dio cuenta que María, con quien estaba desposado, pero aún no convivía, esperaba un hijo y que él no había tenido nada que ver con ese hecho, no quiso denunciarla, sino que decidió repudiarla en secreto; fue en ese momento en que el Ángel del Señor dijo a José que la criatura que había en ella venía del Espíritu Santo ¡María y José nos invitan hoy, a la vez que nos enseñan, a vivir en clave de fe y esperanza, a dejarnos amar por Dios! ¡Aunque nos parezca increíble, él lleva nuestros caminos y los de la historia! ¡Esta verdad es el fundamento de nuestra esperanza!

Dios los ha elegido para acoger y hacer crecer como hombre a su Hijo eterno, y ellos, cada uno, a su modo, dicen que sí al plan misterioso de Dios. No saben lo que tendrán que pasar, pero saben que Dios sabe y confían y esperan en Él.

Hoy es un día para desplegar las velas de nuestra fe y nuestra esperanza, Dios que eligió a María y a José para custodiar a la Palabra hecha carne, el Hijo de Dios entre nosotros, también nos ha elegido a nosotros para ser como “madres” que dejan a la Palabra hacerse carne en sus vidas. Qué ellos nos enseñen a vivir con la Palabra y de la Palabra. A dejarle a ella, es decir a Jesús, que evangelice nuestra mente y nuestro corazón a fin de que nuestras reacciones ante lo inesperado, ante lo que nos sorprende y desborda, ante lo que no comprendemos, sea siempre el abandonarnos a la voluntad de Dios. No sabemos cómo ni cuándo terminarán las terribles guerras que sufren los pueblos, no conocemos si se solucionarán nuestros problemas, o los de nuestros seres queridos, ¡pero confiemos porque Dios sí sabe! ¡esperemos en él, dejémonos amar por él! ¡Él dirige la historia amorosamente, esa es nuestra esperanza! ¡El prepara nuestras cosas desde tiempo inmemorial, como preparó el nacimiento de María y cómo preparó a José para que cuide de María y de Jesús!

¡Renovemos nuestra esperanza porque Dios conduce y reconduce todo para nuestro bien!

Sor María Luisa Navarro Ramos, OP

Publicaciones Similares