Cuando Dios quiere hacernos un mensaje a nuestro corazón suele usar distintos instrumentos que a nuestros oídos resuenan con un único contenido. Pensando en lo que iba a compartir en este primer día del año solemnidad de María Madre de Dios, por tres vías distintas resonaron tres palabras: rostro, luz y paz. Encontré estos tres conceptos en la primera lectura que propone la liturgia para la misa del día, en el mensaje del Papa León para la jornada mundial de la Paz y en una ponencia de la hermana M. Claustre …

El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor te muestre su rostro
y te conceda la paz.

Al leer el mensaje del Papa León para la jornada mundial de la Paz vuelvo a posar mi atención sobre la unión entre la paz y la luz, la guerra y la oscuridad y al participar de una clase online, la ponente expone el tema de buscar el rostro de Dios. Con lo cual se va tejiendo en mi interior la Unión entre el rostro, la luz emanante de ese rostro y la paz que deja el ser iluminada por esa luz. 

La luz es el mismo Verbo encarnado, podríamos decir el rostro con el que el Padre se presenta a nosotros para darnos a conocer quién es él y también para enseñarnos quiénes somos nosotros y cuál es el camino que tenemos que recorrer mientras dure el regalo de esta vida. La paz, esa ordenación del corazón, en la que cada una de las “cosas”es reconocida en su realidad y está, desde su lugar, orientada hacia un único fin que es el mismo Dios. Esa paz viene cuando buscamos el rostro del hijo y nos dejamos iluminar por la luz de su Persona misma, desde dentro y desde cada circunstancia. No nos es posible tener el don de la paz si no nos hemos dejado iluminar y ordenar por la Palabra hecha carne. 

Nadie mejor que María puede enseñarnos a hacer silencio para escuchar lo que la palabra dice al corazón, nadie mejor que ella para llevarnos de la mano y sostenernos firmes ante la luz, nadie como una madre para interceder por los hijos hasta que ellos logren ser una pequeña luz que irradia la luz de Cristo.

Sor Mª. Luisa Navarro, OP

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