El Panteón de Agripa, en Roma, es una de las iglesias más antiguas de la Ciudad Eterna. En la actualidad se conoce como la Basílica de Santa María de los Mártires. El monumento se encuentra en la céntrica Piazza della Rottonda y es uno de los más visitados de la capital italiana.

Esta majestuosa construcción romana de unos 2000 años de antigüedad está presidida por una imponente columnata y culminada por su más famoso elemento: la cúpula de hormigón. Y en el mismo centro de la bóveda hay un agujero de nueve metros de diámetro. El interior forma una esfera perfecta.

Existe la tradición de que cada domingo de Pentecostés, después de la misa, los bomberos de Roma tiran pétalos de rosa a través del óculo. Es uno de los espectáculos más bellos que se pueden contemplar en la ciudad. Y tiene un profundo simbolismo cristiano.

En Pentecostés, los cristianos recordamos el descenso del Espíritu Santo, en forma de lenguas de fuego, sobre la Virgen María,  los Apóstoles y primeros discípulos de Jesús. Así, en el Panteón se representa este momento. Los pétalos de rosa simbolizan el descenso del Espíritu Santo. Los bomberos de Roma se encargan de lanzar los pétalos a través del óculo de la cúpula.

Miles de pétalos flotan suavemente en el interior de la Basílica de Santa María de los Mártires, hasta caer al suelo ante la mirada maravillada de fieles y turistas que tienen la suerte de contemplar este espectáculo. El gris del hormigón de la bóveda se tiñe, por un día, de rojo para simbolizar el comienzo de las predicaciones de los apóstoles y los primeros discípulos de Jesús ante la mirada atónita de los afortunados espectadores.

El Espíritu Santo que nos envió el Señor, crea amor y, a través del amor, la comunión entre el hombre y Dios y con los demás. Sin el Espíritu Santo, seríamos solo «huesos secos» que solo harían «ruido» en la tierra.

Él Espíritu nos da vida y da sentido a todo. Pero, ¿cómo sabemos que tenemos el Espíritu Santo? El Apóstol San Pablo enumeró algunos de los frutos de la presencia de Dios en nuestras vidas: amor, alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio, cf Gálatas 5, 22. El Papa Francisco explicó que si una persona es al menos pacífica, alegre y amorosa, ya tiene señales de la obra del Espíritu Santo en su interior.

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