Prendado está el rey de su belleza

La reflexión que te propongo hoy se basa en algunos versículos de los textos que nos brinda la liturgia; conectados unos con otros pueden servirnos como alimento en este día en que celebramos la Asunción de la Virgen a los cielos.

Partimos del salmo responsorial: “prendado está el rey de tu belleza”. La belleza de María es la que Dios mismo le regaló al hacerla inmaculada y es la que ella le ofreció a él creciendo en fidelidad durante toda su vida. Cristo, su Hijo la vivificó por medio de su Espíritu santificador, antes que se encarnará en sus entrañas, la vistió de sol para que fuera la Autora del Sol naciente. El Poderoso hizo en ella obras grandes y ella correspondió a tanta gracia: creyendo, esperando y amando. 

María penetró día a día en el misterio de Dios desde la oscuridad de la fe; al Ángel le respondió: “Hágase en mi…”, y después de la extraordinaria concepción, vino la duda de José; el tener que dirigirse a prisa a la casa de su prima, el no poseer lugar para alumbrar a su bebé, la huida a Egipto… la cruz ¡Y María siguió creyendo, esperando y amando! Esto lo vemos reflejado en la mañana de Pentecostés, ella permanece en oración junto a los apóstoles que, a excepción de Juan, todos abandonaron al Maestro en la dura hora de la crucifixión.  

María nos enseña a llegar al cielo para estar eternamente en la intimidad de la Trinidad por el camino de la fe, la esperanza y la caridad. Dicho de esta manera puede sonar sencillo y fácil, pero todos sabemos que responder evangélicamente ante los contratiempos y en las injusticias, no es nada fácil. María es maestra en el arte de vivir el evangelio en todas las circunstancias de la vida.

¡A ella recurrimos pidiéndole que nos ayude a ser hombres y mujeres, jóvenes y niños, ancianos evangélicos!

Sor Mªría Luisa Navarro, OP

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