Más de ocho siglos nos separan de Domingo de Guzmán, nuestro padre y fundador de la Orden de Predicadores (Caleruega, Burgos, 1170 + Bolonia 6 de agosto de 1221). Su legado sigue vivo y se actualiza cada día en cada hermano y hermana que en fidelidad al Espíritu de Jesucristo vive la predicación de la Palabra. La Beata Cecilia Cesarini, monja de los primeros tiempos de la Orden, nos dejó ver con sus ojos, cómo era Domingo. Gracias Cecilia.
La apariencia de Domingo de Guzmán ha llegado hasta nuestros días gracias a la descripción que de él hizo la beata Cecilia Romana en su “Relación de los milagros obrados por Santo Domingo en Roma”, considerada desde la Edad Media una de las fuentes más fiables para el estudio tanto de los rasgos físicos como del carisma espiritual del fundador de la Orden de Frailes Predicadores:
“La forma exterior del bienaventurado Domingo era así: mediana estatura, delgado de cuerpo, rostro hermoso, un tanto bermejo, cabellos y barba suavemente rubios, ojos bellos. De su frente y de las cejas salía cierto resplandor, que seducía a todos y los arrastraba a su amor y reverencia. Siempre estaba con semblante alborozado y risueño, a no ser cuando se encontraba afectado por la compasión de alguna pena del prójimo. Tenía largas y elegantes manos y una gran voz, hermosa y sonora. Nunca fue calvo y conservó siempre el cerquillo íntegro, entreverado de algunas canas”. 1
Cecilia habría conocido en persona a Domingo hacia 1218 cuando este visitó el monasterio benedictino de Santa María in Tempulo, del que era hija desde los catorce años de edad. Una vez trasladada al convento de San Sixto en 1220, Cecilia recibió el hábito dominicano de manos del propio Domingo. A pesar de que algunos autores creyeron que la descripción del santo que Sor Cecilia dictó a sor Angélica pudo haber estado inspirada en un cuadro conservado en la iglesia de Santa Inés de Bolonia y no en la figura real de Domingo, el estudio radiológico del féretro realizado por un grupo de eminentes especialistas y catedráticos de la Universidad de Bolonia en 1943, demostró que las palabras de la religiosa coincidían plenamente con los resultados obtenidos tras analizar las reliquias.
1.- Cf. Fragmento extraído de la versión castellana del texto, datada a finales del siglo XIII y conservada en el convento de Santo Domingo de Madrid. De este manuscrito se hizo una copia en 1739, la cual fue posteriormente depositada en el Archivo General de la Orden de Predicadores en Santa Sabina de Roma, con la signatura X, 928. Ibid., pp. 395-396 y 416.
Cf. “Santo Domingo de Guzmán. Escritos de sus contemporáneos”, pág 975. Fr. Vito Tomás Gómez, op.