El testamento espiritual del PP Benedicto XVI es una maravilla de la sencillez y transparencia de su espíritu y de la verdad que le habitaba. A mi parecer podríamos ver en él, al menos, cuatro partes: la acción de gracias, su pedido de perdón, sus apreciaciones sobre lo cambiante de las hipótesis científicas frente a las verdades permanentes de nuestra fe y, finalmente su exhortación a permanecer fieles a la Iglesia y a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida.

Sin embargo, no me detengo en esto sino en sus últimas palabras dichas en presencia de un enfermero, alrededor de las 3 de la mañana del mismo día en que iba a trasladarse a la otra parte de la vida, la que es eterna, en la que el encuentro con el que es Camino, Verdad y Vida, no pasa, es para siempre. Esas palabras son: “te amo Jesús”. Al leerlas no pude sino recordar las preguntas de Jesús resucitado a Pedro, junto al lago de Galilea, aquella mañana en que él preparó el desayuno a sus discípulos: “Pedro me amas? La pregunta repetida tres veces, fue respondida cada vez, de forma semejante: “Tú sabes que te amo, tú sabes que te quiero, Tú lo sabes todo…”.

Benedicto XVI, el 265 sucesor de Pedro, vuelve a decir, más resumidamente, esta misma frase. No como respuesta, sino como el enamorado que después de haber esperado 95 años el encuentro cara a cara con el esposo de su alma, ansiando verle, le confiesa: “Jesús te amo”. Aquí su testamento se sintetiza en lo esencial y, ante la inminencia del encuentro, sólo dice: “Jesús, te amo”. San Juan de la Cruz había dicho que al final de la vida nos examinarán en el amor. El amor que en ese momento confiesa el Papa es el que le llevó a entregarse, por él, por su Iglesia, por toda la humanidad, es el que, cual vestidura blanca, semejante a la que llevan los bienaventurados en los cielos, lo revistió para que se presente en el banquete de bodas del Cordero, donde el Esposo y la esposa, ya no son dos, sino una sola cosa.

Considero que esta pequeña frase engloba su vida entera y al mismo tiempo es, para mí, para ti, para todos, otro testamento experiencial. Él que en su encíclica “Deus caritas est” nos dijo que “no se comienza a ser cristiano, por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, Jesucristo”, es el que estando a contados pasos del encuentro final con el Señor, le declara su amor: “Jesús te amo”. Benedicto XVI es un claro testimonio de lo que un himno de la Liturgia de las Horas, bellamente nos dice:

“Me dí sin tender la mano

para cobrar el favor;

me dí en salud y en dolor

a todos, y de tal suerte

que me ha encontrado la muerte

sin nada más que el amor.”

¡Quera Dios que ejecutemos este testamento y lleguemos al final de nuestras vidas: sin nada más que el amor!

 

Sor Mª Luisa Navarro, op

Monasterio de la Stma. Trinidad y Santa Lucía

Orihuela – Alicante