Dicen que “Dios aprieta pero que no ahoga” Jesús sigue dando vueltas de tuerca, pero lejos de aprisionarnos, lejos de quitarnos la respiración

El sermón de la montaña tiene mala prensa. Dicen que es una doctrina que nos anula con la exigencia de resignación, que nos acobarda frente al adversario al que hay que concederle supremacía sobre nosotros y dicen que sus promesas son para un futuro en las nubes, que con el señuelo de otra vida mejor nos impulsa a negar la única vida que tenemos y que deberíamos disfrutar. Visto así el panorama es devastador.

Pero todo cambia con una simple cuestión de ortografía.

Jesús, cincel en una mano y martillo y maza en la otra, va devastando todo aquello que se ha ido adhiriendo a la imagen inicial. Aquella que era semejante a la de Dios.

Las enseñanzas de Jesús no devastan, sino que a fuerza de devastar van esculpiendo la figura hermosa y esbelta del hombre nuevo, del hombre auténtico y original.

A golpe de cincel van rodando por tierra esas virutas y pedruscos que ennegrecen y afean el rostro humano.

Y estas virutas son incoherencia, superficialidad, ignorancia, engreimiento y mucho más de la misma calaña.

Los preceptos de Jesús no son destructores, sino que reconstruyen y restauran al ser humano por la veracidad y la coherencia del modo de vivir que proponen.

A menudo caemos en la trampa, ciegos de nuestra propia ignorancia no advertimos la de aquellos que pretenden conducirnos. Ciegos guiando a otros ciegos. En otra ocasión ya nos advierte Jesús contra el engaño “uno solo es vuestro guía y maestro

En ocasiones somos nosotros mismos, los que seguros de nuestra verdad pretendemos imponerla a otros y Jesús nos dice: “No os dejéis llamar maestros, porque, todos vosotros sois hermanos”

Un mundo, una sociedad, una política en los que parece que todo vale, que impera la zancadilla y el insulto en el que cada cual quiere meter mano en ojos ajeno para extraerles una mota mientras no advierte la viga que ciega los suyos, ¿no necesita el martillo y el cincel de los preceptos capaces de devolver la belleza a esas realidades tan maltratadas ahora?

No hay que cargar la tinta y caer en el lugar común y fácil de echar culpas la sociedad y al sistema. No echemos balones fuera- La verdad y la coherencia nos llevan a reconocer el valor y la bondad de una sociedad igualitaria y progresista. Tiene aristas que pulir y negatividades que sanar, pero si hay que repartir culpas todos las tenemos y todos necesitamos de ese baño purificador del mensaje de Jesús.

No hace falta ser muy religioso para reconocer la alta dosis de capacidad regeneradora del mensaje de Jesús.

¿Qué pasaría en nuestro mundo si la avaricia, la ambición y el egoísmo se transformarse en generosidad, donde imperase el don y la necesidad de compartir?  

¿Qué pasaría en un mundo en el que la pasión por el poder se transformase por arte de birlibirloque en la pasión por el poder de hacer el bien?

¡Qué pasaría en nuestro mundo si la competencia desleal, si el poder del más fuerte, si las rencillas que no sabemos perdonar, si los recelos las envidias y las hostilidades diesen paso a una fraternidad universal?

No, el mensaje de Jesús no es devastador. El mensaje de Jesús restaura, limpia y cura.

                                                                                                          Sor Áurea