ES PELIGROSO DORMIRSE

O EL AMOR NO PUEDE COMPRARSE

 

Las diez doncellas de la narración tienen la misión de acompañar a su amiga, la novia, a casa del novio cuando éste al anochecer llegue a recogerla. Las lámparas son necesarias para alumbrar el camino. Al llegar a la casa del esposo se celebra el banquete de boda.

Pero el evangelio no narra esta romántica historia ni para entretenernos ni para mostrarnos las costumbres de la época. Hay que encontrar en ella la enseñanza que contiene. Se nos advierte que es peligroso dormirse. El esposo tardaba y las pobres chiquillas fueron cediendo a al tedio, a la modorra y finalmente al sueño. De pronto una voz “¡corred que llega el esposo!” el grito las sobresaltó y llegaron las prisas y el atolondramiento, había que aderezar las lámparas, con tan larga espera el aceite se había consumido.

Cinco habían sido previsoras y llevaron una alcuza de recambio.

 “Dadnos un poco de vuestro aceite” y algo que nos chirria. ¿Cómo las muchachas previsoras se niegan a compartir su aceite con las descuidadas?  ¿No es una actitud egoísta? La excusa que dan es tan sensata como ellas. “No habrá suficiente para vosotras y nosotras, mejor id a comprarlo.” ¿comprar el amor?

 Porque el aceite en esta parábola lo simboliza. El amor no se puede exigir ni adquirir con todo el oro del mundo. Dice el Cantar de los Cantares: “si alguien quisiera comprar amor con todo su dinero, sería despreciable,” también es intransferible, nadie puede amar por mi ni yo puedo amar en nombre de nadie. El amor es un bien inapreciable, es decir, no tiene precio, porque eso que se vende por ahí como tal, no es ni siquiera un sucedáneo. Porque el amor no es envidioso, ni jactancioso, ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la bondad y la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (I Cor.13,4-8)

Y esto significa la vigilancia y atención constante incompatible con la sonnolencia. Este catálogo práctico con el que se nos describe el amor, pese a su apariencia de exigencia y esfuerzo, pese a la ascesis que conlleva el intento de ponerlo en práctica, no es más que la receta, con el detalle de sus ingredientes, para lograr la auténtica vida humana, esa que es imagen de Dios y que constituye el banquete y la fiesta de boda, la verdadera felicidad.  Imaginemos cómo sería el mundo y nuestro entorno si cada uno de nosotros fuese generoso y noble, humilde, modesto y sencillo. Se comportase con delicadeza, amabilidad y generosidad. Si cada uno se esforzarse en agradar y contentar, disculpar, comprender y perdonar. Si el trato mutuo fuese con afecto y simpatía. Si cada uno se deleitase con el éxito y la prosperidad del compañero y se regocijase cuando al otro le fuera bien.  Si pudiésemos estar seguros de que no se nos trata con engaño, sino con sinceridad y verdad.

Es lo que la parábola nos indica. Es peligroso dormirse pues el aceite se derrama o se consume.  Mantener viva la llama requiere atención, vigilancia, cuidado. Cuidar el ardor del amor para que no se entibie. Cocinando los ingredientes que Pablo nos ha indicado, resultará un plato gourmet. Pruébalo, verás cómo el amor crece en ti y cómo crece en los demás para ti. ¿No es esto ya un cielo? Este cielo tiene las puertas abiertas para quien ama y acepta ser amado pero cerradas para quien duerme al abrigo de su egoísmo, para quien va repartiendo cargas sobre hombros que no son los suyos, para quien exige, molesta y no agradece. Para quien ignora al necesitado de algo que a él le sobra, para quien se niega a la empatía y la solidaridad. Esos encontrarán cerrada la puerta ante sus propias narices. Se han dormido, no han cuidado sus lámparas, han desperdiciado su aceite. Han llegado tarde. Golpearán la puerta gritando “señor ábrenos” Y escucharán: “en verdad, no os conozco” Y quedarán sin boda, sin banquete, sin fiesta. Por tanto, velad atentos a no desperdiciar el aceite que se os regala, el amor que no podremos comprar.

Porque no sabéis el día ni la hora, es peligroso dormirse.

Sor Áurea