Solemnidad de santo Domingo

Roma, 8 de agosto de 2020

Prot 50/20/382 Letters to the Order

 

Christus in vobis, spes gloriae

Colosenses 1,27

Queridos hermanos y hermanas:

O Spem miram! ¡Oh admirable esperanza! Este es nuestro himno a santo Domingo, padre y primer hermano de nuestra Orden.

Las imágenes habituales que evocan la esperanza son un niño recién nacido, un amanecer radiante, flores y frutos del tiempo de primavera, representaciones de vida nueva y de nuevos comienzos. En este tiempo de pandemia mundial, quizás la imagen que nos daría esperanza sería ¡una vacuna eficaz contra el COVID-19! Así, a otros podría parecerles extraño que nuestro himno de esperanza recuerde el momento en que santo Domingo dejó este mundo, un momento en que los frailes tenían lágrimas en sus ojos en lugar de sonrisas en sus labios: O spem miram quam dedisti mortis hora te flentibus. Domingo encendió la esperanza en sus corazones porque les prometió continuar ayudando a sus hermanos y hermanas; se comprometió a interceder por nosotros y, por tanto, a permanecer con nosotros a través de su oración. Pero esta es sólo una cara de la historia. La presencia de los frailes orando en torno a su lecho de muerte, debe haber dado esperanza también a Domingo. En ese momento final de la finitud humana, Domingo no estaba solo. La presencia de los hermanos y la presencia prometida por Domingo más allá de la muerte dio a cada uno de ellos esperanza y consuelo. «La palabra latina con-solatio, consolación, sugiere un estar-con el otro en la soledad, que de modo deja de ser soledad».
(Spe Salvi, 38).

La cuarentena y el confinamiento que hemos experimentado o seguimos experimentando en diferentes momentos y de diversas formas, amenazaron llevarnos a la desesperación y al aislamiento. Parecían contradecir nuestro impulso pastoral de estar con la gente. Sin embargo, hemos observado esas medidas sanitarias por sólidas razones científicas y éticas. Aún con esas restricciones, me alegro de escuchar acerca de las formas creativas en que hemos tratado de «estar juntos» y «con nuestra gente». Ciertamente, nada puede sustituir la presencia personal, pero hemos encontrado otras formas de estar presentes junto a los demás. Aquí, en la Curia generalicia, hemos podido reunirnos con los provinciales de todas las regiones, con los regentes de estudios y con algunas comisiones… ¡sin las complicaciones de pasar por los controles de seguridad de los aeropuertos! Los profesores y estudiantes de nuestras instituciones académicas han logrado completar el año académico a través de medios virtuales. En muchas de nuestras instituciones educativas, el próximo año académico se implementará un sistema de enseñanza mixto, combinando en los cursos la presencia personal con la presencia virtual. He visto una foto de los frailes de un convento a cargo de un centro de estudios universitarios empeñándose por aprender a utilizar eficazmente el sistema de gestión docente Blackboard. Los esfuerzos heroicos de estos profesores (algunos de los cuales no son tan jóvenes) por convertirse en «migrantes digitales»
competentes, para el bien de sus estudiantes, ¡son un signo de esperanza!

Hay frailes que desafiaron el peligro de contagio a través de su ministerio a los enfermos, observando al mismo tiempo las precauciones necesarias para evitar transmitir el virus a sus comunidades. Nuestros hermanos de Santa Maria Maggiore aquí en Roma, como colegio de penitenciarios, han continuado administrando el sacramento de la reconciliación incluso durante la primera fase del confinamiento. Fr.Chris Gault, que era médico antes de entrar a la Orden, fue autorizado por su superior a volver a ejercer temporalmente la práctica médica, y así dar una mano a los médicos agotados de atender a los pacientes de COVID-19. Hay hermanos y hermanas que han transmitido palabras de aliento y esperanza a través del servicio de consejería telefónica. En un diálogo telefónico con fray Bruno Cadoré el día de su cumpleaños, el pasado 14 de abril, en un momento dado él me dijo delicadamente que deberíamos concluir nuestra conversación porque pronto comenzaría a recibir llamadas como voluntario de un servicio de consejería telefónica de Francia. La mayoría de los hermanos y hermanas han predicado y orado con la gente a través de diversas iniciativas digitales. De hecho, los momentos de crisis pueden convertirse en momentos de gracia y creatividad. Durante la época de la peste italiana (1629-1631) fray Timoteo Ricci († 1643) creó en el convento de Bolonia en el año 1629 lo que se conoce en italiano como la Bussola del ora perpetua del Rosario 1. La devoción del Rosario perpetuo nació en medio de
la peste. Agradezco a todos por haber participado en el Rosario internacional de la Familia Dominicana el pasado 29 de abril de 2020 organizado por fr. Lawrence Lew, Promotor General del Rosario.

Hermanos de todas partes del mundo han publicado reflexiones teológicas y bíblicas sobre los diferentes aspectos de la pandemia, guiones litúrgicos para la celebración del Triduo Pascual en casa, orientaciones para una celebración segura y digna de los sacramentos, etc. Recordamos lo que escribió fr. Timothy Radcliffe en El manantial de la esperanza: «El estudio es en sí mismo un acto de esperanza, pues expresa nuestra confianza en que nuestra vida y los sufrimientos de la gente tienen un significado. Y ese significado es como un don, como una Palabra de esperanza que promete vida». La misión intelectual de la Orden y su misión de predicar la Veritas es un importante antídoto para otra perniciosa pandemia: las noticias falsas (fake news) y medias-verdades que son, en realidad, medias-mentiras.

Ustedes, queridos hermanos y hermanas, son un signo de esperanza para la Iglesia y la familia humana cuando se esfuerzan por saciar las «hambres» intensificadas por la pandemia: hambre de Eucaristía (y de sacramentos), hambre de solidaridad y compasión, hambre de comida y bebida. Hay miembros de la Familia Dominicana que recaudaron fondos para las necesidades de los enfermos y para aquellos que los cuidan. En muchos países, nuestros hermanos y hermanas están esforzándose por aliviar los sufrimientos causados por la pandemia y también, como en Brasil, por discernir los males sociales que exacerban la propagación del contagio.

En esta pandemia hemos perdido hermanos y hermanas. En tiempos «normales» nos reunimos en torno al lecho de un hermano o una hermana que está por morir. Un fraile joven me transmitió su tristeza y consternación por no haber podido decir adiós a un hermano que estaba por morir en el hospital. Nos desgarra el corazón pensar que, mientras antes podíamos estar presentes junto a los agonizantes y sus familiares, ahora ni siquiera podemos hacer esto con un hermano o una hermana, debido a las restricciones sanitarias. A pesar de todo, permanecemos esperanzados. La esperanza se basa en la certeza de que Dios nunca nos abandonará. La esperanza es la seguridad de que Dios permanece presente en los «misterios de alegría, de dolor, de gloria y luz» de nuestras vidas. Un sacerdote dijo a la familia desconsolada de un adolescente que había sido asesinato: «Si quieren saber dónde está Dios cuando nos ocurren cosas tan trágicas, solo puedo decir que Él está allí llorando, sufriendo y muriendo con ustedes». El Papa Francisco nos recuerda que «la esperanza no caduca, porque se basa en la fidelidad de Dios». La esperanza es Cristo en nosotros (cf. Col 1, 27).

O Spem miram! Domingo nos prometió audazmente que nos sería útil porque tenía gran esperanza de estar más cerca de Cristo en la comunión de los bienaventurados. El próximo año celebraremos el 800 aniversario de esa promesa. Las dificultades que actualmente enfrentamos nos han llevado a rever el plan que enviamos el pasado enero de 2020. Esperamos comunicarles el plan actualizado más adelante.

Su/vuestro hermano,

 

1 Viliam Štefan Dóci OP, Die seelsorgliche Tätigkeit der Kaschauer Predigerbrüder. Ein Dominikanerkonvent im Ambiente von Pfarrei, Stadt und Staat im 18. Jahrhundert, Berlin-Boston 2018, p.113 (fr. Viliam me facilitó una traducción al inglés).

 

 

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