Hand in the clear water of the lake. Seen many stones on the bottom

LA MUJER ADULTERA

 

Jesús había pasado la noche en oración y ahora se encontraba en el templo, enseñando lo que había aprendido escuchando a su Padre.

De pronto los escribas y fariseos irrumpen dejando en medio a una mujer,

—«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».

Aparentan querer cumplir la Ley pero curiosamente «olvidan» que esa misma ley incluye al hombre con quien la mujer adultera, Los dos deben morir.

. Se trataba de una  ley dictada por los antiguos y para los antiguos, atribuirla a Dios era dotarla con  la  mayor fuerza coerciva posible y su finalidad  afianzar la  cohesión y la  estabilidad social.

Pero a aquellos hombres importaba poco la mujer y su pecado, en realidad lo que pretendían «era comprometer a Jesús y poder acusarlo».

Si rechazaba la ejecución quebrantaba la ley sagrada,  si la aprobaba incurría en delito pues Roma prohibía a los judíos dictar y ejecutar sentencias de muerte.

Jesús parecía indiferente y ajeno al vocerío que en realidad iba contra él..

“inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.»

Entretanto ¿qué pasaba en el corazón de la mujer? ¿qué pasaba en el de Jesús?

La mujer ciertamente había pecado pero estaba a los pies de Jesús y Jesús «no había venido a llamar a los justos sino a los pecadores. No son los sanos  los que necesitan del médico sino los enfermos» Cfr. Lucas 5,32

Jesús había pasado la noche en el huerto de los olivos orando a su Dios. Un Dios todo misericordia incapaz de dictar sentencias tan crueles. Un Dios que no se parecía al de los judíos. Es la novedad que vino a traernos. En adelante ya no invocaríamos a un Dios terrible y justiciero sino a un Dios «tardo a la ira y rico en misericordia». a un Dios Padre bondadoso. Jesús lo sabía muy bien, la mujer lo sabría enseguida. Nosotros ya lo sabemos.

Como aquellos hipócritas «insistían en preguntarle se incorporó y les dijo:

—«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Tirar la primera piedra era privilegio del testigo principal, era hacerse responsable de la ejecución. Los escribas y fariseos debieron quedar admirados y perplejos por la sagacidad de Jesús y asustados porque sus corazones no estaban limpios. y «se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos» 

«Se quedó sólo Jesús con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó:

—«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».

Ella contestó:

—«Ninguno, Señor».

Jesús dijo:

—«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

En aquel momento la mujer supo lo que era la libertad «…Vivíamos como esclavos bajo la ley…pero ahora no somos esclavos sino hijos» Cfr. Gálatas 4 y 5…

En aquel momento  la mujer pudo exclamar «Gustad y ved que bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él»

Sor Áurea Sanjuán