«Se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos…»

A juzgar por la respuesta el cuento sonaba a crítica hacia el comportamiento de los ejecutados por Pilatos. «¿Pensáis que eran más pecadores?»,

Y es que todavía estaba vigente la llamada «doctrina tradicional» según la cual la desgracia es siempre castigo por el pecado y el bienestar premio por la virtud.

Jesús tapa la boca a quienes se acercan a criticar al prójimo «¡Os digo que no!

No son peores que vosotros. También vosotros necesitáis conversión»

Jesús no entra en el juego de «dimes y diretes» que tanto facilita nuestras propias conversaciones. Para hablar, para entretenernos, lo más fácil es acudir al cuento de lo que hacen, o dicen, o son los otros, a la crítica mordaz, solapada o de simple comentario. Pero Jesús es contundente «¡Os digo que no!”. El otro no es más culpable que tú. Todos necesitamos conversión. La desgracia no es represalia por el pecado. Jesús invierte valores. Una vez más da la vuelta al calcetín. No castigo sino misericordia y propone la parábola de la higuera.

La higuera no da fruto. El dueño se impacienta ¿Para qué ha de ocupar terreno? La decisión es drástica: ¡Córtala! Pero el cuidador, interviene: Ten paciencia la cuidaré un poco más. Dale una nueva oportunidad.

Todos necesitamos cuidar nuestra propia higuera. No vituperarla, no arrancarla, ¡cuidarla!

Todos debemos cuidar la del hermano. No criticar sino «ben-decir» (bien-decir)

No desanimarnos ante la falta de fruto. «No apagar la mecha humeante» sino incentivar, provocar a que vuelva a prender la llama. Darnos y dar nueva oportunidad, amparados en la paciencia, la bondad y la misericordia. La misericordia de Dios y la nuestra. Hay que cambiar y hay que ayudar a cambiar. Todos estamos necesitados de conversión.

No castigo, sino misericordia.   

                                                                                                                 Sor Áurea Sanjuán, op