¿HAY PROFETAS ENTRE NOSOTROS?

Ya entonces ocurría lo que hoy, identificamos y calificamos por apariencias. Nos deslumbra lo que brilla y nos cautiva lo remoto y que por lejano envolvemos  en misterio. Juzgamos a través de prejuicios. Creemos conocer a alguien porque conocemos su entorno, su lugar y circunstancias de su procedencia. Obviamos así, el proceso y con él la evolución que experimentamos las personas y desde luego, desconocemos el meollo que  hace ser a  cada cual lo que es. No podemos extrañarnos de que a los de Nazaret les pasase lo mismo. ¿Cómo podían creer lo que se decía de ese muchacho que habría jugado con ellos en la plaza del pueblo, que como ellos y  a lo sumo, habría recibido la formación más elemental, que su padre se ganaba la vida como autónomo en un pequeño taller? Y su madre ¿no había coincido con las suyas en la fuente?

¿Quién se habrá creído que es? Sus hermanos trabajan y viven entre nosotros.  ¿a qué tanto dárselas de maestro? Con estas manifestaciones de asombro a la vez que desprecio recibían los nazarenos a su paisano Jesús.

Y Jesús no pudo hacer allí muchos signos.  ¡Ningún profeta es bien recibido en su tierra!

También nosotros negamos la posibilidad de profecía. No dejamos entre nosotros, en lo concreto y cotidiano, espacio para la profecía. Nada nuevo bajo el sol. Siempre ha sido así. ¿No es ésta nuestra tradición? Pero nuestra tradición no es algo estático sino en proceso, nosotros mismos somos, seremos, tradición. Lo estático se muere y optamos por esta muerte antes que dar paso a la innovación que abriría, al menos, la posibilidad de un renacer.

En esta reflexión podemos derivar, entre otras  dos actitudes diferentes pero compatibles sentirnos no reconocidos en nuestra autenticidad o valores es decir podemos sentirnos víctimas. Nos impiden ser profetas. Y esta actitud por bien fundamentada que esté tiene un halo de engreimiento y presunción. En la otra línea, la más interesante y productiva, está el preguntarnos ¿Se reconocer lo positivo de las personas que me rodean de aquellos con quienes trato? Pongo impedimento o dejo paso a sus iniciativas y profecía? 

                                                                                                          Sor Áurea Sanjuán