DOMINICAS EN BURRIANA

128 AÑOS CONTEMPLANDO Y COMPARTIENDO

 

         El Monasterio de la Sagrada Familia de Monjas Dominicas de Burriana, se fundó el 16 de julio de 1890, como primera comunidad religiosa de la ciudad.

 

            Durante estos 128 años de presencia, la oración, el silencio y el trabajo de la comunidad de dominicas ha sido una constante.

 

            Las raíces de las Dominicas de Burriana se remontaban a 750 años atrás, cuando frailes de la Orden de Predicadores que pasaban de Valencia a Barcelona, por la Vía Augusta, cruzaban nuestra ciudad; más tarde con la fundación de los conventos en el siglo XVI de Almenara y de Castellón, haría este hecho más más frecuente. Vicente Ferrer predicó en Burriana en 1.412 y san Luis Bertrán (conocido como Luis Beltrán) en 1.574.

 

            Fundado por dos sacerdotes hijos de Burriana, Don José Ramón Montserrat Llopis y Don Juan Bautista Lopis Montoya, con el objetivo de afianzar la espiritualidad ante la materialidad de un creciente capitalismo.

 

            Solo la guerra civil interrumpió la vida del monasterio con años de tristezas y penurias, pero muchos más se han vivido de gozos y alegrías. entre las paredes del templo de este monasterio se ordenó sacerdote el que sería cardenal Don Vicente enrique Taracón.

 

            En este monasterio, nació en Burriana, la devoción a San Martín de Porres, nacido en Lima, Perú en 1579, hijo de un  caballero español y una mujer mulata; dominico sencillo e inocente, de humildes oficios ensalzado por Dios con dones y carismas, entre ellos el de “la caridad universal”, señal de la presencia de Dios entre los humildes.

 

            Fray Martín fue un servidor y ángel de Cristo con los más pobres y enfermos, en su corazón ardía la pasión de la caridad, acogiéndolos siempre con amor preferencial.

 

Hablamos con sor Enriqueta Porcar, religiosa del monasterio y nos cuenta que “en primer lugar y ante todo, las monjas viven en Burriana con alegría e ilusión, los gozos y esperanzas de la ciudad”, que un monasterio de Vida Contemplativa, rico en expresiones y formas debería señalizarse con una flecha hacia arriba como referente a JESUCRISTO, indicando que lo definitivo no está aquí, lo de aquí es el presente que sirve para tomar la oportunidad de cada día, para dar forma, en lenguaje cásico se decía: “hacer méritos”, aunque los méritos los de Jesucristo y es Él quien nos salva.

 

            “En segundo lugar, las monjas viven en Burriana compartiendo para acercarse a la realidad que les lleve a estar cerca de nuestras gentes». Por los años 90 surgió el acontecimiento de la inmigración, de todos conocido; a nuestras puertas, llamaban porque tenían hambre. ¿Qué hacer? No faltaron  iniciativas, ni personas que nos ayudaron, entre todos hemos hecho un largo camino de asistencia, una panificadora de la ciudad, nos traía el excedente de las ventas, fue un periodo bastante largo y todavía hoy les piden dulces…”

 

            Continúa sor Enriqueta relatando con seguridad y profundo convencimiento que “más allá de la anécdota, no es extraño que se llame a las puertas de los Monasterios para pedir ayuda, la historia lo demuestra, en todos los tiempos y lugares con ese ¿…hay algo para mí?, pero tanto o más importante es otra ayuda que se da cada día: la petición de oración. Solo Dios puede saber lo que hacemos, pues por nuestra parte también presentamos nuestra debilidad y confiamos en lo de “pedir y recibiréis”. Ofrecemos nuestra iglesia, siempre abierta, para espacios de silencio personal y encuentro de tú a tú en la fe y con el Señor”.

 

            Dejamos el monasterio con la sensación de no valorar suficientemente lo que significar tener en la ciudad una comunidad de monjas contemplativas, recordamos la frase de Santo Domingo “contemplad y dad lo contemplado” o la de Santa Teresa de Jesús “orar es llenarse de Dios y darlo a los demás”, ambos nos dicen que sin amor verdadero, nuestra caridad no es auténtica, la única oportunidad que tenemos de alcanzarla es uniéndonos a Cristo cada día en las contrariedades, en las incomprensiones, en los rechazos o como no, también en las alegrías.