Los santos, se ha dicho, aparecen en la historia de la Iglesia en racimo. Suelen encontrarse junto a un santo, otros que se relacionan con él. Santa Inés pertenece a esa constelación de Santos que llenó de luz casi todo el siglo XVI, tan lleno de clarsoscuros morales, que sangró especialmente por el exilio del Papa en Aviñon y por la peste negra. En esa época tan, por momentos, confusa y violenta, Dios regaló al mundo, a la Iglesia y a la Orden de Predicadores, personas fieles al amor entre las que se encuentran Inés de Montepulciano, el Beato Raimundo de Capua, Santa Catalina con su Catherinato, las Beatas Clara y María de Pisa y muchos otros fuera de Italia.
 
Inés Segni nació el 28 de enero de 1268 en Gracciano Vecchio, cerca de Montepulciano, aldea de la Toscana (Italia). De niña fue confiada a las religiosas de Montepulciano, llamadas Hermanas de Saco, por su hábito de tela burda.

En 1283, entra a una nueva comunidad, en Procena, cerca de Orvieto, a los 15 años. Su sabiduría, sus grandes cualidades espirituales hicieron que rápidamente fuera nombrada madre Priora de ese monasterio.

En 1306, regresa a Montepulciano para fundar allí un pequeño convento a las afueras de la ciudad. Construye un oratorio consagrado a la Virgen María, el cual será ampliado en 1311. Para esto, recolecta dinero de ricos y pobres de la región y llega a ser Priora del convento de dominicas que fundó.

De niña había tenido una visión en que se le aparecía la Virgen y le puso en la mano tres piedritas. Ella había creído que la visión quería decir que la Virgen le pedía con eso que le construyese una casa, pero las tres piedritas eran tres monasterios que construiría más que material, espiritualmente, con su vida en honor a la Santísima Virgen a quien tanto amaba. 

Inés permanece en el monasterio el resto de sus días, donde muere a los 49 años, el 20 de abril de 1317. Su cuerpo reposa en el convento de las dominicas de Montepulciano.

Inés es una clarísima seguidora de Santo Domingo: como él, amaba y era amada de todos; como él, tenía excelentes dotes de gobierno y consejo; como él, amaba a María y se identificaba con el Verbo; como él, era alegre y bondadosa; como él, contemplaba y daba de lo contemplado; fue un verdadero modelo de monja contemplativa y predicadora con la propia vida.