Jesús trae algo nuevo. El mismo es la novedad. No ha venido a abolir la ley sino a darle cumplimiento.

¿No la cumplían ya y la hacían cumplir escrupulosamente los escribas y fariseos?

Sin embargo, Jesús mismo y sus discípulos se permitían violaciones de la ley:

“¿Por qué no ayunáis?”  “¿Por qué curas en sábado?”

Y el mismo Jesús sentencia: “No es el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre”

Sentencia que a menudo malentendemos. Porque la novedad de Jesús no está en relativizar la ley, al contrario, pone su énfasis en ella: “Ni una tilde, ni una coma, dejará de cumplirse”

La ley perdura, pasa de generación en generación, pero exige perfeccionamiento. Ahí está la novedad de Jesús, en perfeccionar la ley, en mostrarnos su sentido, su espíritu, su objetivo.

La ley dada por Dios, indica el camino, orienta, persigue el bien del hombre, su felicidad. Por eso Jesús cura en sábado y curando cumple la ley cuyo objetivo no es la materialidad del sábado sino la sanación del hombre.

La letra mata, el espíritu vivifica, la idea es que escribas y fariseos se ciñen a la letra obviando el sentido, la finalidad de lo prescrito.

El evangelio de hoy nos muestra que no hay que banalizar la ley, que cumplirla no es atendernos a la superficialidad de lo que prescribe sino ahondar en su sentido.

“Se os ha dicho…PERO YO OS DIGO…” No hay relación con Dios si no la hay con el hermano, por eso no vayas a la oración sin antes ponerte en paz con él.  No son sólo las acciones y el comportamiento sino lo que pensamos y sentimos. No vale el fingimiento. Hay que ser veraces. Jesús nos advierte contra la ira, la injuria, el menosprecio. La desunión entre hermanos rompe el lazo con Dios, por eso aprovecha el tiempo mientras vas por el camino, reconcíliate.

A “Dios nadie lo ha visto”, pero ha querido que lo sintamos cerca, a nuestro lado, en el hermano, la hermana. En el prójimo está Él.

Nuestras eucaristías podrán ser “aburridas” pero tienen todo su sentido si van acompañadas de corazón limpio y bondadoso, si podemos presentar nuestra ofrenda de compasión, misericordia, amor. Esto es lo nuevo. Culto y fraternidad una misma cosa.

El culto, la liturgia, pierde sentido, no es aceptado si falta cordialidad, si hay rencor, hostilidad, beligerancia, discordia entre nosotros.

Esa es la novedad de Jesús.

                                                                                                                                  Sor Áurea Sanjuán, op