El texto de hoy   comienza con una admiración que es a la vez nostalgia y lamento. El templo de Jerusalén joya arquitectónica y joya de simbología religiosa ya había sido destruido cuando se escribió este evangelio; ya no quedaba piedra sobre piedra la profecía de Jesús ya se había cumplido.

Para los judíos el templo era la morada de Dios y como tal había sido edificado. Cuarenta y cinco años había durado su construcción, de ahí su magnificencia y suntuosidad. Derruirlo, además del ultraje que suponía para los fieles era dejar a Dios sin casa, acabar con su cercanía ya que no podría acampar en medio de ellos. Y era acabar con aquello que constituía la vida del pueblo que se sentía elegido por el único y verdadero Dios. Así La destrucción del templo equivalía al final de los tiempos, de ahí que el fragmento presente un lenguaje apocalíptico y como todo lo de este género suscita curiosidad.

“Cómo y cuándo sucederá esto? ¿Qué señal tendremos de que esto vaya a llegar?”

Pero no fueron las preguntas adecuadas para ellos ni lo son hoy para nosotros… Lo decisivo no es el cómo y el cuándo sino el qué.

¿qué significa para mí?

La cuestión no es ¿Qué pasará?, ¿cuándo y cómo será?, sino ¿qué me dice a mi hoy y en esta situación?

No importa lo que suceda, importa mi actitud frente a todo aquello que me ocurra…

Jesús nos tranquiliza. Incluso en la adversidad no tengas miedo, hay un padre amoroso que cuida de ti, que pone en tu boca palabras sabias y oportunas, que hasta los cabellos de tu cabeza tiene contados. Que no te deja de su mano. que guía tus pasos y que te arropa junto a su.

No tengamos miedo puede caerse toda la belleza del mundo, pueden destruirse las piedras de todos los templos, pero el Señor está y seguirá estando en medio de nosotros.

No tengamos miedo, pero también nos advierte que nadie os engañe. En tiempos difíciles surgen los salvadores, gente más o menos oportunista o incluso de buena voluntad que ofrecen recetas mágicas que abren una   luz. Que nadie os engañe.

Que nadie nos engañe, no nos dejemos embaucar por seductoras pero complicadas y extrañas ideologías o doctrinas que pueden derruir el    templo de nuestra fe. Pueden intentar engañarnos aquellos que preconizan una sociedad progresista y de bienestar, pero sin Dios y sin los valores verdaderamente humanos. Pueden intentar engañarnos también, aunque de manera inconsciente aquellos seguidores de Jesús   que sin advertirlo están enredados entre las piedras preciosas del templo que atienden a su fastuosidad, pero quizá olvidan al rebaño humilde que tiene hambre y que tiene sed que nadie nos engañe busquemos lo fundamental la palabra que es vida que podamos decir desde lo hondo de nuestro corazón absolutamente seguros en ti, Señor, que solo tú tienes palabras de vida eterna

El fragmento de hoy, aunque su lenguaje apocalíptico nos transmita un tono de amenaza y advertencia descubrimos que su tema principal la esperanza, la confianza, la seguridad y el gozo de saber que nuestra salvación está cerca, que Él está con nosotros – contigo y conmigo- haciendo suyas todas nuestras vicisitudes. Dándonos la oportunidad de ser sus testigos.

Sor Áurea