El fragmento de hoy incluye varios episodios y todos en el contexto de la subida a Jerusalén.

Comienza con una decisión tomada por Jesús, una decisión que, como todas, tendrá sus consecuencias. Una de ellas, la más seria, será apresado, muerto y sepultado. Jesús lo sabe, su manera de vivir y de criticar a los poderes religiosos acabará con su vida. Es la consecuencia de su opción por el Reino, un reino que quiere para nosotros, que conlleva la vida buena ya desde ahora pero que sus valores están en clara contraposición a los “del mundo”

En este viaje que durará varias jornadas, lo acompañaremos al tiempo que iremos escuchando y tratando de asimilar sus catequesis. Viajar en aquella época no era cuestión   de tren de alta velocidad ni de billetes de avión sino de alpargatas. Ni tampoco de reservar alojamiento por Internet.

Juan y Santiago, los aguerridos hijos del Zebedeo, hijos del trueno buscaron en Samaría dónde pernoctar. ¡Unos judíos en Samaría! Samaritanos y judíos no podían verse. Y claro, salieron con cajas destempladas. Indignados por la humillación quisieron que Jesús mande fuego del cielo que “acabe con todos ellos”. Todavía no han aprendido del Maestro. No han caído en la cuenta, Jesús está más cerca de los “herejes” samaritanos que de sus jefes religiosos al menos en lo concerniente a cómo gestionaban el culto en el templo. Es algo que a veces nos ocurre también a nosotros, vemos más coherencia y sinceridad en aquellos que oficialmente son considerados “ovejas negras” o díscolas que se apartan del rebaño. No tengamos miedo a este reconocimiento, Jesús lo hace y nos invita a hacerlo, pues como dice un refrán parodiando a algún escolástico del medievo: “lo verdadero es verdadero, así lo diga Agamemnón o su porquero” Total, que los dos muchachos con Jesús también salen a cajas destempladas y es que la violencia que pide el Reino es contra uno mismo y no contra los otros.

Pasado este incidente siguen el camino y le van saliendo al paso jóvenes que se ofrecen a seguirle o directamente son llamados por el Maestro. Son distintos entre sí pero el llamamiento tiene un denominador común, la exigencia de libertad. El seguidor de Jesús ha de sentirse libre con respecto a cosa y personas. “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza” “deja que los muertos entierren a los muertos, tu vete a anunciar el Reino” No se trata de no atender a las necesidades sino de no hacer de éstas excusas que nos zafen del seguimiento.

Seguir a Jesús exige la libertad de ser dueño de uno mismo, de ser más fuerte que nuestras excusas y pretextos.

Para ser libres nos llamó el Señor.

                                                                                   Sor Áurea